El COVID-19 causa dolor, incertidumbre y miedo, pero también nos obliga a vernos, oírnos y sentirnos para valorarnos.
El COVID-19 está cambiando el mundo, desde la forma en que vemos a los demás, el lenguaje que estamos utilizando, la forma de viajar, hasta la manera en la que nos saludamos, yo creo que ya nada va a ser igual.
Nos estamos dando cuenta de los vulnerables que somos, un virus minúsculo tiene al mundo de cabeza, pensábamos que eran calamidades que sólo pasaban en lugares remotos donde no teníamos nada que temer, pero no es así, nos alcanzó a todos.
Esta nueva realidad nos quitó la inocencia y nos hizo abrir los ojos, todos estamos expuestos, no importa el color, la raza, el estatus social, todos podemos estar infectados, todos podemos morir.
Nuestra forma de ver y vivirnos en el mundo está cambiando, lo personal se volvió peligroso. De la noche a la mañana nos dimos cuenta que tocar a alguien, estar cerquita o en lugares cerrados con muchas personas, es riesgoso. Creo que a partir de ahora tendremos más cuidado al dar la mano, saludar de beso o dar un abrazo, seremos más selectivos y cuidadosos. Así como la influenza nos dejó la costumbre de ponernos gel antibacterial, creo que el COVID-19 nos dejará la costumbre de lavarnos más las manos.
Estamos contactándonos por Skype, Zoom, WhatsApp, entre otros, y nos está pareciendo buena idea, resulta cómodo y ahorras tiempo, sobre todo en las grandes ciudades donde el tiempo que pasamos en el auto yendo de un lugar a otro es demasiado. Podemos comer en casa, aprovechar más el tiempo que tenemos, y me imagino que después de esta temporada de #MequedoenCasa, buscaremos más momentos para utilizar estas plataformas, ser más eficientes y ganar tiempo.
Parecería que conectarnos con un dispositivo nos hace sentir que estamos alejados, pero en realidad estamos cerca, ponemos mucha atención y no importa en qué lugar del mundo te encuentres, mientras tengas un dispositivo e internet es posible conectarte. Puedes también tener sesiones de terapia, médicas, de trabajo, de zumba, con amigos, hasta fiestas y bailes virtuales.
Nuestros héroes ahora serán otros, no tendrán que ver con armas, tanques y guerras, sino con batas blancas y estetoscopios, los doctores y doctoras, los enfermeros y enfermeras, y todos quienes trabajan en el área de la salud, hombres y mujeres que en estos días nos están dando un ejemplo de profesionalismo, altruismo y sacrificio que son justo las virtudes de los héroes. Espero que en lugar de hacer monumentos a generales y a la guerra, hagamos lugares, estatuas y monumentos para celebrar la vida.
Nos estamos percatando que los expertos importan y que sus voces tienen que ser escuchadas, que encontrarlas e identificarlas está siendo muy difícil en un mar lleno de noticias falsas y falsos profetas, así que cuando las encontremos las atesoraremos, las escucharemos y principalmente les daremos el valor que merecen.
El tiempo en casa nos está poniendo el reto de la paciencia con nosotros mismos, nuestros hijos y entre parejas; nos estamos acostumbrando a convivir, a respetar tiempos y espacios, a vivir juntos y llegar a acuerdos, platicar, discutir y hasta a jugar en familia.
La economía se encuentra en crisis, sigue cambiando, la política se está redefiniendo y las características de nuestros gobernantes así como sus acciones, están en la mira de todos.
El COVID-19 nos causa mucho dolor, incertidumbre y miedo, pero también nos obliga a voltear a vernos, oírnos y sentirnos para valorarnos, darnos cuenta de nuestros errores, de nuestra soberbia y descuido, así como de nuestra solidaridad, paciencia, empatía y respeto. Todo esto a golpe de dolor, por eso espero que la consecuencia sea crecer y convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos, una mejor versión del mundo en el que hasta hoy hemos vivido y hemos construido juntos.